Written by 3:45 am Entrevista

Historia de Juan

Diálogo de Jorge Boccanera con Juan Gelman

 

 

Abisinia Review le dedica el dossier de su edición No. 19 Ene-Feb-Mar al poeta argentino Juan Gelman en la conmemoración de los diez años de su partida.
…..Ofrecemos a continuación este fraterno diálogo entablado por Jorge Boccanera durante la visita que realizó Juan Gelman a Argentina en 2011. En aquella oportunidad Gelman recorrió varias provincias argentinas con el espectáculo «Del Amor» junto al trío de tango que encabeza el bandoneonista Rodolfo Mederos. Dentro de los temas tocados aquella tarde en un café de Palermo desfilan los heterónimos de Gelman, el tango, el barrio, el fútbol, la poesía, el exilio, y la memoria de Marcelo, su hijo desaparecido en la última dictadura cívico-militar argentina.
…..Replicamos el texto, por primera vez en un medio virtual, con la venia de la revista 32 Pies, Nº 2, Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina, 2011.
…..El lector encontrará al final las rutas para acceder a todo el contenido del dossier.

 

 

Me pasa con Gelman que hemos vivido en los mismos lugares —México, Centroamérica, Argentina— pero en momentos diferentes. Será por eso que alguna vez dijo en alusión a esos desencuentros: «somos los tipos que más nos vemos menos». Quizá sea esta suma de asuntos nunca concluidos, aunque barajados en diálogos extensos, los que vitalizan una amistad en abrazos que dicen «hasta luego».
…..La cuestión siempre fue hacerse un rato para cafetear; en el Village de la avenida Tamaulipas del Distrito Federal mexicano o en la mítica confitería Ideal de la calle Suipacha. Esta vez toca en un bar de Palermo. Pienso que podría armarse un mapa con un itinerario de cafés y bares de geografías diferentes donde Juan fue y es habitué. La idea se diluye, pero entrega pasajes de juventud: «Mirá, los partidos de billar eran en el café San Bernardo de Villa Crespo, las partidas de dominó en el café Colón, en el Rex jugábamos al ajedrez, donde paraba Miguel Najdorf, a quien no conocíamos en ese entonces. También íbamos a Las Violetas donde se presentaba el pianista Francisco Pracánico. Al finalizar cada pieza se levantaba, se ponía una dentadura postiza que tenía sobre un platito y saludaba sonriente. Nosotros le gritábamos: ‘¡Che, Praca, ponete la sonrisa!’».
…..Y el poeta, siempre junto a su inseparable amigo Marcelo Ravoni: «Éramos como hermanos, por él le puse Marcelo a mi hijo. Íbamos al Politama, de Paraná y Corrientes; allí se reunía la gente de una revista, eran mayores que nosotros y habían publicados algún libro. Pero cada vez que nos atrevíamos a mostrar un poema, lo despedazaban. Un día llevé un poema, que incluí después en Violín y otras cuestiones, y lo firmé como Yehuda Levi: ‘Miren muchachos —les dije— traduje un poema del inglés, no del hebreo que no conozco, y me parece interesante’. Se deshicieron en elogios. Nunca más volví».
…..Ahora Juan está recorriendo varias provincias argentinas con el espectáculo «Del Amor» junto al trío de tango que encabeza el bandoneonista Rodolfo Mederos. No hay duda de que este es un momento especial para él. Hace nomás un par de días me había dejado en el teléfono un mensaje con una voz demasiado ronca y un apellido extraño: «un tal Izpizirri». El timbre fantasmal me recordó a Wilfredo Catá, ese invento del poeta cubano Luis Rogelio Nogueras quien afirmaba que, por el contrario, era él quien había salido de la imaginación de Catá. Ya ubicados en el café, Juan coloca los codos sobre la mesa, enlaza los dedos y se confiesa: «Yo soy un heterónimo de Izpizirri». Pero las máscaras no siempre funcionan, y cuenta una anécdota sucedida el año pasado cuando se comunicó con un amigo de infancia: «Apenas llegado a Buenos Aires llamé a Elías: ‘Te habla Izpizirri’, él de inmediato contestó: ‘¡Juan, cómo te va!’. Me emocioné mucho, se acordaba. De la barra de amigos de Villa Crespo, quedan Bernardo y Elías, nos conocemos hace setenta años. Izpizirri fue un jockey de La Plata, nunca lo vi correr, leí el nombre en el diario y me gustó el sonido; como tiene todas las íes, le imagino una voz finita. Al hipódromo de la Plata fui una sola vez y me aburrí».
…..Pero de algún modo ese jockey fantasmal lo persigue: el barrio del Distrito Federal de México donde vive desde hace más de veinte años se llama Hipódromo Condesa, y sus calles circulares —y por qué no, borgeanas— fueron antaño pistas de carrera de caballos.
…..Y sí «Izpizirri» es apenas una orilla jocosa de esos simulacros de identidad que inició en los años ’60 con Cólera Buey, libro poblado por sus primeros heterónimos —John Wendell, Dom Pero y Yamanokuchi Ando— hay flecos de estos personajes. Por ejemplo «El Nono», surgido una década después, cuando Gelman trabajaba en Roma para la agencia noticiosa Inter Press Service: «Un personaje inventado que decía cosas terribles. Escribí una serie de sonetos en lunfardo romano, algunos pornográficos, todos firmados por ‘El Nono’; el personaje era un bandido pero hacía reír mucho a los teletipistas». Más allá de estos desdoblamientos, los juegos de identidad van a conformar una marca en su obra con la aparición de otras voces —José Galván, Julio Grecco— en un ejercicio que interrumpió a mitad de los ’80, justamente en su libro Interrupciones 2.
…..Se me ocurre indagar sobre la continuidad o no de este ejercicio, parodiando el famoso cuento breve del dinosaurio, de su amigo Augusto Monterroso: «Cuando Gelman se despertó, Galván y Grecco todavía estaban allí». Juan se atusa el bigote, pide un café con espuma, sonríe de costado y como si constatara algo irremediable, responde: «Ya no vienen por aquí».
…..Entre sus diversos registros expresivos —la textura surrealizante, la cuerda mística, la poesía en prosa— hay una trama dialogante con interlocutor a la mano que se vale de onomatopeyas y locuciones populares, incluso de refranes. «Hablando de refranes —dice— conocí un tipo que decía ‘salió como tiro por culanta’». Y se ríe como si lo escuchara por primera vez. Juan está alegre, no solo por la gente que colmó las salas de Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires para presenciar «Del Amor» —él siempre soslaya cualquier protagonismo— «Eso fue por Rodolfo y los músicos», dice, sino porque en ese escenario encontró el patio que anduvo buscando. Ese que reúne al barrio, al baldío, a la familia, a los cosos de al lado, que también pueblan las páginas de El emperrado corazón amora, su último libro publicado y que me acompañó en el viaje hasta el bar de Palermo.
…..Le comento el espectáculo, la música que compuso Mederos para la ocasión, la sugerente puesta de Cristina Banegas en base a texturas del pintor Juan José Cambre, y voy al tema que me interesa: «Se te veía contento», y una luz ilumina de nuevo el patio de su infancia: «Ahí entendí el silencio del tango, esos patios me quedaron grabados, con casorios de pobres al mediodía; la gente no faltaba, se comía empanadas, se bailaba, ¡se armaba cada historia! Recuerdo al bandoneonista, un empleado de comercio».
…..Y tomando un momento su libro, señala lacónico: «Es eso», y señala del poema «A la vuelta»; sus primeros versos: «El fueye del bandoneón en el patio/ donde bailaban el quiero y no quiero/ de machos, hembras y la luz/ que pasa por la enredadera…».
…..La poesía gelmaniana, además del tono ladeado, canyengue, aporteñado, posee una respiración interrumpida por los silencios y el uso de la barra. El jadeo urbano resulta de esa cesura que el crítico Ángel Rama definió como «luxación sonora» y que da una cadencia de cortes y quebradas. En relación a sus poemas últimos, textos concentrados entre la sequedad del silogismo y el relampagueo de la imagen, se me ocurre una imagen futbolera: la del delantero que define en un espacio breve, que resuelve en una baldosa.
…..La metáfora, nada académica, lo lleva a otro amigo de juventud, Alfredito: «Eso me recuerda que cuando la barra iba a bailar a Atlanta, el desafío era justamente bailar en una baldosa. Nos retaba Alfredito, hijo de una mujer que vendía pollos en el mercado, el que nos había enseñado a bailar el tango; pero el único que podía bailar en una baldosa era él. Cuando tocaba Pugliese había que bailar en un espacio más chico todavía».
…..Gelman fue nombrado en 1997 Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. En aquella ocasión, luego de leer algunos de sus poemas acompañado también por Mederos, dijo: «El exilio me ha llevado a capitales espléndidas, pero a mí me hizo Buenos Aires, su hermosura, su crueldad».
…..Ahora, tras un lustro de no leer sus textos en ningún auditorio del país, da siete recitales por diferentes partes y vuelve a caminar su ciudad de la mano del tango: «Fui milonguero y siempre supe que Borges nunca lo había bailado. Dijo que era ‘una manera de caminar’; los del barrio sabemos que es una manera de conversar: cuerpo a cuerpo».
…..El poeta que título «Gotán» a uno de sus libros iniciales y que en sus traspasos de voz firmó textos en coautoría con Pascual Contursi, Homero Manzi, Alfredo Lepera y González Castillo, mira por la ventana del bar como si buscara una música dentro suyo y enumera sus preferencias en materia de cantores: «Rivero, Marino —aunque era un poco liso— y Goyeneche. Una vez le hicimos un reportaje a Goyeneche y dijo: ‘No entiendo, ahora que no tengo voz me estoy haciendo famoso’; el tema, al igual que con Angelito Vargas, es cómo decía. Yo me levantaba a las ocho de la mañana para escuchar en la radio a Angelito Vargas».
…..Cuando nombro a Pugliese dice enfático: «¡Un maestro! Don Osvaldo no era una orquesta, era un movimiento de masas; decíamos eso porque la mitad de gente que estaba en la pista no bailaba, lo miraba a él, era para escucharlo. Un día un tipo del público le gritó: «¡Maestro, si toca ‘La yumba’ me afilio! Me gustaban también Fresedo, Salgán y, tengo que confesarlo, también …..Darienzo, por ese ritmo particular que tenía.
…..Como si recorriéramos las pistas circulares de Izpizirri, estamos de nuevo en el tema de los heterónimos: Los poemas de Sydney West, Po I Po, y en los arrabales de ese ejercicio: «El Nono» y sus sonetos lunfardos. Lo paradójico es que también «Gelman» es de algún modo un nombre ficticio, ya que surge del pasaporte adulterado que utilizó su padre, José Mirotchnik (a nombre ciudadano alemán de apellido Hellmann), para salir en 1912 de la Rusia zarista y entrar a Argentina: «En todo caso, mi viejo inauguró el uso de pasaportes falsos en la familia… Yo los usé para entrar en la Argentina de la dictadura».
…..Quizá —nunca se sabe con Juan— el último de sus poetas apócrifos sea eliezer ben jonon, una voz que se corporiza en el libro com/posiciones y que dialoga con el mismo Gelman como si encarnara la voz de Marcelo Ariel, su hijo asesinado en 1976 y el poeta le respondiese desde el fraseo de otro poeta, Yehuda Ha Levi. Cuando ben jonon en el poema «La mano», expresa: «no estés lejos/ custodiá mi inocencia/ mis aguas muchas/ el pudor de mis huesos», contesta Gelman a través de Ha-Levi en su poema «El Ciego»: «mi olvido no te olvida». Justamente, uno de los poemas que se conservan de Marcelo se titula «El adiós» y dice: «Sólo quiero recordarles/ que no me olviden».
«Marcelo escribía de chiquito —cuenta Juan—, empezó a los trece. Cuando leyó los poemas de Sydney West me dijo: ‘¡papá, es un libro cómico!’. A mí me chocó, pero con el tiempo encuentro que tenía toda la razón, es un libro cómico. Es más difícil escribir un libro cómico que otra cosa. Ahí me di cuenta de que Kafka escribe cómico, que El rey Lear es una obra cómica».
…..Ahora se abre otro patio y sus hijos Marcelo y Nora son dos niños jugando con su padre en un departamento de la calle Jean Jaures: «Yo estaba separado y ellos venían los fines de semana, nos entreteníamos muchos, esa cosa de a tres…Yo le editaba libros a Marcelito: pasaba a máquina los escritos, recortaba cartón, pegábamos y dibujábamos pirámides, la punta para arriba, la punta para bajo, donde decía ‘este libro se terminó de imprimir, tal día’, etc.».
…..De Marcelo Gelman, conoce también este texto breve: «La oveja negra/ pace en el campo negro/ sobre la nieve negra/ bajo la noche negra/ junto a la ciudad negra/ donde lloro vestido de rojo». Un poema —cuenta Juan— que: «Marcelo escribió en una cantina ubicada en Corrientes cerca de Juan B. Justo, estaba mi hija Nora. Ese poema parece un presentimiento, él lo escribió en papel de estraza y yo lo arranqué y lo guardé».
La tarde se cierra y hay que despedirse. Sobre el patio de Gelman, que es como decir, sobre el emperrado corazón, caminan El Nono, Izpizirri, Urondo, Galván, Yamanokuchi Ando, don Osvaldo y los muchos que entran en unos versos que parecen una consigna: «ángeles furiosos enseñan/ el deseo que no se va a apagar».

 

 


Jorge Boccanera nació en Bahía Blanca, Argentina, en 1952. Es poeta, crítico y periodista. Su extensa obra se compila en Suma Poética Tráfico/Estiba (2019). Obtuvo numerosos premios, entre ellos el Casa de las Américas de Cuba, en 1976; el premio Casa de América de España, en 2008 y el Premio Honorífico «José Lezama Lima» de Casa de las Américas de La Habana, Cuba, 2020. Fotografía: José Ángel Leyva.

La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra Estanque, 1905,
del pintor, ilustrador y escenógrafo francés © André Derain

 

año 4 ǀ núm. 19 ǀ enero – febrero – marzo  2024
Etiquetas: , , , , , , , , , Last modified: agosto 4, 2024

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