Luz Helena Cordero Villamizar
Abisinia Review le dedica el dossier de su edición No. 14 noviembre-diciembre 2022 al poeta y ensayista colombiano Henry Luque Muñoz. Nos complace en gran medida compartirle a nuestros lectores el presente ensayo de la poeta Luz Helena Cordero Villamizar, el cual hace parte del libro Antología apócrifa. Selección poética 1973-2005, publicada por Abisinia Editorial y Escarabajo Editorial (2022). El lector encontrará al final las rutas para acceder a todo el contenido del dossier.
Henry Luque Muñoz:
«He venido a despertar a los muertos»
Abrir un libro es iniciar un viaje, una travesía por senderos, temas, tiempos y personajes que construimos con las palabras y la imaginación. Todo libro, como todo viaje, se lee y se hace siempre por primera vez. En cada ocasión solo hemos de ver, entender y percibir lo que nos permita la sensibilidad, el conocimiento, los sentidos… sin orden de importancia, en una mezcla caótica y mágica, sin secuencia temporal ni espacial. Así armaremos nuestros propios mapas e itinerarios, las formas de transitar y descubrir.
…..Podríamos decir que toda literatura es apócrifa por su naturaleza de ficción, por su potestad para revelar y traducir un mundo irreal pero posible y en tanto posible, real. El tejedor de palabras elabora su urdimbre con varios hilos: la fantasía, la memoria, la experiencia, la inteligencia, lo sensible, el sueño… Así crea un universo estético. Por fortuna, nada de esto es mensurable ni demostrable. La imaginación crea, no imita lo real. Contar es moverse en el terreno de la ficción. Y cuando se cuenta el pasado —lo que fue, lo que ya no es—, se produce otra invención. Es cierto. …..La literatura modifica el pasado, como lo concibe Jorge Luis Borges, pues lo fabula, añade o suprime datos, acontecimientos, y «modificar el pasado no es modificar un solo hecho; es anular sus consecuencias, que tienden a ser infinitas». Cambiar un elemento de la trama es cambiar la historia misma. Por eso la prolijidad de la existencia puede ser mejor abarcada por la literatura. ¿Qué decir de la poesía que horada en el origen del lenguaje, que teje también con música?
…..¿Qué es verdadero y qué es falaz en una novela, en un relato, en un poema? En este caso la pregunta es un desatino. Todo lo que conocemos del pasado nos ha sido relatado por alguien, en plural. Infinitas versiones de una misma historia se entrelazan y se acomodan en cada época, en cada lugar, a conveniencia de quienes la cuentan y de quienes la reciben. En ciertos momentos de la humanidad la literatura ha sido inseparable de la historia. Describir el mundo es conocer, crear lugares maravillosos. En el acto mismo de contar se inicia también el viaje para quien lo escucha o lo lee. Y, agrego, el viaje no existe sin literatura. Cuando Marco Polo desde la cárcel le transmite al amanuense Rustichello de Pisa sus aventuras, allende las fronteras, obra un doble milagro: desaparece la prisión y hace que en cada línea surja y se lleve a cabo de nuevo la travesía. Si no los hubiera relatado, sus viajes habrían naufragado en el olvido y no serían realidad ocho siglos después. En el prólogo de La descripción del mundo se lee este prodigio:
Hay cosas, sin embargo, que no vio, mas las escuchó de otros hombres sinceros y veraces. Por lo cual referimos las cosas vistas por vistas y las oídas por oídas para que nuestro libro resulte verídico, sin tretas ni engaños. Y todo el que leyere y entendiere este libro debe creer en él, pues todas estas cosas son verdad.
…..Este es un pase mágico, un abracadabra a las ciudades, las rutas, los personajes y los mundos narrados por el veneciano. No importa qué corresponde a la realidad histórica o geográfica, qué tanto a la invención del viajero. Una vez relatadas, las ciudades se fundan y son. Italo Calvino sigue el mismo derrotero y como viajero imaginario cuenta ciudades imposibles, ciudades que son deseos, memorias, sueños, ojos, sentimientos, lenguaje, puentes, telarañas, muertos… la creación a partir de la palabra es un tema central en los diálogos apócrifos entre Polo y Kublai Kan. Estos se preguntan si los personajes que mencionan solo existen porque ellos los piensan. Y sentencian: «Yo hablo, hablo pero el que me escucha solo retiene las palabras que espera… lo que dirige el relato no es la voz: es el oído».
…..Henry Luque Muñoz es un viajero. Su palabra incorpora y recoge sus descubrimientos, la mutación de las cosas cuando son tocadas por la poesía. Nos conduce por sendas inexploradas que construye para quien quiera dejarse sorprender. Sus caminos pueden llevar de la raíz del desconsuelo a los paisajes del amor que él sabe dibujar con la más fina pluma o con «la garra del halcón». En sus poemas se visitan personajes atormentados y aterradoramente lúcidos. Su forma de nombrar es penetrante y sutil, bella y dolorosa, inesperada y ofensiva. Nunca seremos los mismos antes y después de un viaje, como ocurre con un libro que nos transforma. Pues no se trata solo del desplazamiento físico hacia un territorio sino del trasegar interior, de una exploración en la materia corpórea y metafísica de la que estamos hechos. La poesía es una embarcación propicia para tocar las alturas y las profundidades y con ella «se llega a donde se quiere llegar. A lo desconocido».
…..Como ese Marco Polo que habita al poeta, Henry viajero es un constructor de caminos que cultiva el arte de la seducción. Dice y hace sentir lo que nombra, logra sosegar y al tiempo derribar el orden de un mundo insensato o desprovisto de alma. No importa si se inicia el recorrido de forma ascendente, al revés, dando saltitos por las páginas, o si nos quedamos estacionados en un poema, en un verso que nos atrapa. De todos lados nos han de llegar imágenes insólitas, un cazador que trae «en la boca del cañón el rojo entero del atardecer», aleaciones inesperadas, la ternura y la furia como «estrellas reventadas», el amor fulgurando en el estiércol, pájaros que «se pudren en el viento». De este modo, «cada poema, cada viaje, inauguran un mundo» y «viajar por la página en blanco o hacia nuevas latitudes geográficas es emprender la búsqueda del paraíso perdido».
…..Tal como en el atlas de las ciudades imaginarias, en esos mapas de las pasiones y los sentimientos, las sendas que abre su poesía son móviles e interminables. Atravesamos «océanos de silencio», el desierto del Gobi con su moridero de dragones, los caminos de la hormiga; nos sorprende la ironía o la chispa que desatan el aguacero de la risa e inmediatamente sobreviene una súbita ráfaga de aflicción. Junto al milagro de la vaca podemos ver los ojos del saltamontes, «el llanto del naranjo», «la risa del ahorcado», el eco de «un puñado de susurros» que resuena en la inconciencia cuando pasamos la página. Que no se fíen los blandos al pensar que este libro puede ser hojeado y recorrido en tren rápido, desde un mirador, como haciendo un paneo. Del más bello lenguaje coloquial se salta al estremecimiento. Abunda la pasión, no la compasión con el lector: «No sé qué hacer con estos abrazos fugitivos, / si no me aferro, demente, a tu corazón de pólvora».
…..Henry Luque Muñoz, viajero y constructor, es un buscador de voces. Deja atrás las regiones equinocciales que asombraron a Humboldt, se aleja de esta vorágine para adentrarse de manera curiosa y apasionada, quizá sin guías ni mapas, por los paisajes poéticos de Rusia. Bebe en las fuentes de esa literatura las dosis necesarias de romanticismo, sentido social y desgarramiento interior. Hace un viaje vital, hacia afuera y hacia adentro. Vive un tiempo profundo de aprendizaje y conversión esencial de su poesía y de su ser. Como Rimbaud, «edificó su patria en otra lengua», y después del largo periplo, como Marco Polo, desandó para volver a sus orígenes. No arribó a La Arcadia, sino al país donde las sombras matan a las sombras. Allí lo esperaba «la basura de una antigua nostalgia». Es también un viaje de retorno como el de Odiseo, en busca de sentido.
…..Después de aquel peregrinaje, de aquel polen de lejanía, después de transitar por el libro de los caminos, Henry, como lo hiciera Ulises, desciende al mundo de los muertos para encontrar las claves de su obra, del retorno a casa. Pasa con Rimbaud una temporada en el infierno y como Dante se dispone a escuchar la voz de los idos. Nos lleva con sus versos por las aguas del Aqueronte para visitar el inframundo, el país de la muerte. Nos dice: «En la poesía y en el viaje hay también una cuota de muerte: en los dos casos algo se abandona, algo se rompe, algo se transforma, algo queda abolido».
…..No es casual que esta Antología abra con un epígrafe de Edgar Lee Masters, maestro del apócrifo, el poeta que da voz a muertos anónimos para contar y construir un pueblo, un mundo. Porque la poesía combate la muerte y el olvido y donde ella merodea nada es inerte. «Los muertos hablan por la lengua de los vivos» y el «buen lector» es «un ave de presa, un devorador de agudos cadáveres». Esta es una polifonía del desgarramiento y el asombro. Y es que Henry Luque, el buscador de voces, es también un intérprete. Los poetas que convoca están hartos de eternidad, ese lugar en el que mora el aburrimiento. Están ávidos de ser incorporados a otro verbo para vivir y multiplicarse, como en una galería de espejos. El intérprete los acoge para extraer de ellos su propia voz «hecha tinta», su propio ser atormentado por el sino de su tiempo: «Con viles condenados me ilumino».
…..Así, en la barca de Caronte, con Henry surcamos los canales, recorremos los círculos más profusos de su creación poética, dejando que sea él mismo quien ocupe el lugar de Virgilio para ser nuestro guía. Su palabra nos da la fuerza necesaria para mirar de frente y escuchar a quienes yacen en «la tiranía de la inmortalidad». El poeta funge de medium y dialoga con estos réprobos, procedentes de lugares y tiempos disímiles. Y ellos, a través de sus poemas, emergen al presente. No murmuran como en Comala. Exclaman, profieren su canto desgarrado, cuestionan, irrumpen en la conciencia o en la ensoñación del lector, mientras el poeta guía dice: «he venido a despertar a los muertos». François Villon, en el foso del castillo, quiere romper «el himen del fango»; Christopher Marlowe arrastra por los cabellos a la amada, «mientras vampiros y sabandijas» lo aplauden; John Donne tiene en sus huesos la marca de los dientes del amor y César Vallejo escucha «las voces ebrias de los ángeles».
…..La invocación a estos autores es una celebración, un diálogo que también nos interpela y nos señala una condición común: la honda insatisfacción con su época. Giorgio Agamben atribuye a los poetas la capacidad de tener fija la mirada en su tiempo «para percibir no las luces, sino la oscuridad». Así escuchamos la voz del iluminado del infierno, Rimbaud, su lengua, «sierpe segura», lamiendo la nube y encontrándola todavía amarga; la palabra sarcástica de Jonathan Swift contando sobre emperadores desnudos que exhiben sus manos untadas de sangre; las «ropas raídas» en los «sucios patios» que retratan el malestar de William Carlos Williams. Con Jules Supervielle el poeta medium hace una afirmación lacerante: «es seguro que la muerte me arrancó la pluma». De la profundidad del horror viene Marina Tsvetáieva, más sola que su muerte, bebiendo el agua del Leteo. La mujer que dice «a los muertos les bastan los sueños», despierta ahora para contarnos todo el valor que tiene el silencio, «como la mejor música».
…..Aleksandr Pushkin, el amado por los rusos, batido en aquel duelo absurdo, mezcla de amor, dignidad y libertad, es una de las voces más hondamente logradas por el poeta invocador, a quien no solo traduce sino que interpreta, habita y hace presente en su Diario inédito, en sus cartas a la amada y en ese epigrama que retrata su final: «Comprendió que los versos se desenfundan como dagas». Henry también desenfunda sus metáforas. Su ser romántico no lo hace apacible ni lo lleva a pastorear sus palabras en medio de un paisaje bucólico. Irrumpe con ellas investido de mundo, de razones para el desencanto, de preguntas como rayos, de ojos que hurgan. Y conoce con certeza su poder:
Con una palabra
se puede matar…
Basta con dispararla en el momento justo,
lanzársela a la cabeza del enemigo.
O dejársela para que la recuerde.
…..Hay aquí una vocación creativa por la muerte, un modo de abordarla llenándola de vida: «La muerte fue creada para acallar mi silencio». Es tal la fuerza de las imágenes y de los recursos poéticos que la parca misma deambula por los versos animando todo lo que toca. A su lado vemos pasar «esqueletos en corceles desbocados», carretas que llegan «cargadas de tiniebla», una mujer que amamanta «la tierra reseca y amarga», una «cabeza ebria de pájaros depredadores», unas «piernas erguidas sobre pedestales de ceniza». Escuchamos la «tertulia de las moscas», la conversación del cadáver con las hojas. Cuando somos tomados de la mano por la poesía, no hay motivos para el miedo, ella da vida a todo cuanto mana de ese mundo de sombras. «Porque júbilo es la poesía / Y aquí la muerte equivoca sus pasos».
…..En su «poética de la escritura», Henry evoca la «paminka», esa costumbre rusa de brindar una cena funeraria que preside quien acaba de morir. Esto nos recuerda a Adrián Prójorov, aquel «fabricante de ataúdes» del cuento de Pushkin, quien organiza una fiesta para rendir tributo a todos sus clientes y ve llegar con sus más elegantes atuendos a todos sus tétricos convidados, incluyendo el esqueleto cuyo cráneo sonríe dulcemente. Esta comunión entre los vivos y los muertos, esa oportunidad para quien parte de conservar un lugar en este mundo y de seguir hablando a través de sus sucesores, es la lucha contra el olvido que hacen posible también el amor y la poesía.
…..Poetas de voz fuerte y sólida, apasionados, constructores de caminos y buscadores de voces como Henry Luque Muñoz, no se ubican bajo rótulos de generaciones o épocas. Sus contenidos universales y a la vez únicos y personales no se dejan encasillar, acartonar. En su obra la crítica social, la política, el amor, la reflexión existencial, el arte poética, todo se halla fundido en un solo cuerpo, en una exquisita sustancia que aporta formas de nombrar, de sentir. Su erudición es inseparable de su sensibilidad y por eso fluye, sin resultar pretensiosa o críptica.
…..El final del recorrido no es el final del viaje. Tampoco el libro se agota después de llegar a la última página. Es en ese momento cuando empieza a crecer y a multiplicarse en cada lector, en cada viajero. La poesía proseguirá su vuelo y el autor quedará solo, investido de eternidad. Es aquí cuando se hace necesario dibujar con un trazo a Henry Luque Muñoz, al hombre que hoy mora en «una montaña de palabras», al poeta contenido que le apostó más a la profundidad que a la extensión de su obra, quien pensaba que «renovar el lenguaje es cambiar el mundo… [y que] la poesía y el arte se ubican en el extremo opuesto de la violencia».
…..Estas notas son también una ofrenda al poeta lúcido y mesurado, al mentor de escritores en ciernes que un día, de manera generosa y cálida, hizo posible y celebró como si fuera suyo mi primer libro. Al hombre íntegro que concibió la poesía como una forma de ser y de comportarse, una materia viva; al que se lamentó por no haber alcanzado «el don de ser un simple animal». …..Como dice uno de sus poemas, no se debe estorbar al que sueña ni tocar su silencio. Para hacerle un homenaje, pule tu propio sueño, no lo humilles con laureles.
…..En el presente incesante de esta página, con la certeza de saber que Henry Luque Muñoz vive en sus poemas, lo invoco y hago mía su voz para decirle
.….¡Mi poesía tiene tanto qué aprender de tu belleza!
Luz Helena Cordero Villamizar (Bucaramanga, Colombia, 1961) tiene una obra que incluye poesía, cuentos, crónicas y ensayos literarios. Libros publicados: Pliegos de cordel (2019), Eco de las sombras (2018 y 2019), Postal de la memoria (antología personal) (2010); Por arte de palabras (2009), Cielo ausente (2001), El puente está quebrado (1998), Canción para matar el miedo (1997), Óyeme con los ojos (1996). Sus poemas se han incluido en diversas antologías y se han traducido parcialmente al inglés, al portugués, al italiano y al chino. Entre las últimas antologías están: Ojos de par en par. Antología de poetas hispánicas (2021), El Canto del Cóndor. Antología de Poesía Colombiana Contemporánea (2021), Yo vengo a ofrecer mi poema. Antología de resistencia (2021). Algunos de sus ensayos y crónicas circulan en revistas literarias y académicas. Gran parte de su obra en prosa se encuentra inédita. Actualmente hace la página de poesía https://puntodepartida.com.co/poesia/ Foto: Manuel Valle.
La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra «Cuentro otro sueño, hablo de esa pesada dificultad para llegar a la palabra»
serie «El pre texto del sueño»
Tinta china negra sobre papel acuarel.
35 cm x 25 cm
del artista © Agustín Iriart
año 3 ǀ núm. 14 ǀ noviembre – diciembre 2022
Etiquetas: Antología apócrifa. Selección poética 1973-2005, Crítica, DOSSIER, Ensayo, ensayo colombiano, He venido a despertar a los muertos, Henry Luque Muñoz, Literatura colombiana, literatura latinoamericana, LOS PATIOS DEL TIGRE, Luz Helena Cordero Villamizar, noviembre – diciembre 2022, núm. 14, Poesía colombiana, Poesía latinoamericana Last modified: diciembre 31, 2022