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El dolor del poema en la obra poética de Juan Gelman

José Gregorio Vásquez

 

 

Abisinia Review le dedica el dossier de su edición No. 19 Ene-Feb-Mar al poeta argentino Juan Gelman en la conmemoración de los diez años de su partida.

…..Compartimos este lúcido acercamiento a la obra de Juan Gelman escrito por el poeta, crítico y editor venezolano José Gregorio Vásquez, perteneciente a su libro de ensayos La escritura interminable. Veinte poetas bajo palabra (Ediciones Acirema, San Cristóbal, Estado Táchira, 2022, pp. 29-51).

…..El lector encontrará al final las rutas para acceder a todo el contenido del dossier.

 

 

El cuerpo vulnerado y sus otras derrotas

El dolor del poema en la obra poética de Juan Gelman

 

¿a la memoria le falta realidad/a la

realidad le falta memoria?/¿qué hacer

con la memoria/con la realidad

en la mitad de esta derrota o alma?/

Juan Gelman

1. El oferente de la derrota

 

«Una violencia de adentro que nos protege de una violencia de afuera»

Wallace Stevens

«A este oficio me obligan los dolores ajenos…»

Juan Gelman

 

1

La poesía debe dejar constancia de su silencio, de su sonido, de su dolor, de la pena que arruga la palabra y la hace ir a su aparente negación. También de la amarga realidad que trasiega el alma en la intemperie. En el poema toda entrega despierta el lenguaje abruptamente, lo despoja de la atadura que trae la convención, lo lleva a otro lugar del juicio y lo desprende del papel para hacerlo piel, cuerpo, sangre, carne abierta y agredida; olor, caricia en el secreto puro de la noche y el misterio; ceniza, polvo en el aire infausto del fracaso. Solo así el poema encuentra casa en el cuerpo, en la palabra, en el sonido de esa palabra que trae viento de otra afrenta e impulsa la propia para continuar desbordándose entera en la mudanza que lo hace ir hacia la desesperada realidad del horror. La poesía nos ofrenda este sacrificio desde el lugar que acoge como refugio; solo en él la palabra prevalece, trasciende, encuentra acomodo para resguardar su enigma, su resplandor, su exilio: el otro arraigo de la derrota.

…..Juan Gelman (1930-2014)¹, nos entregó a lo largo de su vida una obra que propende hacia ese anhelo permanente: hacer que la palabra encuentre refugio provisorio en el poema, colmándolo de dolor, de sangre, de recuerdo. Mitigando en él aquello que no podemos olvidar. Sembrando en él aquello que no debemos desconocer.

…..Buscó en el poema sonoridad para la idea, eco en la palabra para decir poesía, para decir lenguaje, para desentrañar con fuerza vital el dolor de la pérdida, el dolor de la afrenta militar, la fatiga de la distancia y el horror de la muerte. Todo un inventario esencial que su obra preserva para nosotros. La pesadumbre ante el exilio lo llevó escribir y reescribir fervientemente esos temas que le compensaban la pérdida: unos nuevos arraigos para el camino de soledad. La desaparición como condena fue uno de los ultrajes más dolorosos que se hicieron poema en Gelman. Su página ahonda el misterio que trasciende en la escritura poética cuando se vulnera el cuerpo, la memoria, la vida. Cuando la palabra se hace jirones y despide sus múltiples formas en la escritura. El poema dejó de ser comunicación para volverse contacto desde el lenguaje con la piel, con el recuerdo, con las palabras enfurecidas. Toda una poética que giró alrededor de los mismos temas y sus

 

incontables maneras de describirlo.

no bajo a los infiernos/ subo

hasta mi hijo clausurado

en su bondad/ belleza/ vuelo/

y torturado/ concentrado/

asesinado/ dispersado/

por los dolores del país/…

(GELMAN, 2014, p. 398)

 

…..A pesar de tal agravio, el poeta no ha roto su destino entre la palabra; muy al contrario, lo ha llevado a otra forma, quizás más cercana, más dolorosa, menos vacía, y ha permitido que su poema viaje al lector golpeándolo en la cara, haciéndolo partícipe de la amargura, con límpida voluntad, con ímpetu, pero también con la angustia del desamparo, del arriesgado círculo de la lucha, de la imposible victoria sin la sangre, del secreto compartido en la disputa: toda una realidad sonora llena de horror y de miseria. El poema recibe esa amargura y la protege al volverla transparente en el lenguaje, al hacerla dolor en la música que lo vigila. 

 

Yo te entregué mi sangre, mis sonidos

mis manos, mi cabeza,

y lo que es más mi soledad…

y lo que es más aún, todo mi olvido

Para que lo deshagas y dures en la noche, en la tormenta,

en la desgracia,

Y más aún, te di mi muerte…

(GELMAN, 2014, p. 71)

 

…..El dolor no fue para Gelman el único tema en la poesía, pero sí el más esencial con el que se volcó la palabra en la página entrecortada, muda, profundamente dilapidada por las limitaciones que la palabra también imponía ante imágenes que convocaban siempre la ira, el desaliento o la traición. En sus libros vibra esta poética. En ellos se entrevé con pavoroso afán. Los matices que se figuran en los distintos libros llevan todos hacia los lugares más íntimos, desoladores, tormentosos del poeta: el dolor y la pena que se arrastran en la vida por los distintos designios de la injusticia y la inmerecida consternación los supo dejar metidos en el cuerpo ya herido y maltratado del poema. Otros sucesos lo llevaron a cantar silenciosamente el tiempo, el tormento hecho música, la tradición empalmada en el leguaje de las herencias, los gestos del lenguaje heredado, los resplandores de la tradición literaria que la lengua le ofrendaba. Toda una vida destinada a decir con palabras y a dejar constancia en ellas de la trasiega que vive un hombre como él, en una época convulsa y tormentosa para Latinoamérica. Es transversal una mirada más reflexiva y siempre sincera en este momento de dictaduras en toda América para la poesía que va a la protesta, que va a desentrañar la injusticia, la calamidad, el peso infausto de los regímenes totalitarios que aún saquean nuestra tranquilidad tan temblorosa.

…..Hemos reconocido en su obra esos temas y hemos atendido solo —para este momento— los que entrevén el suplicio del cuerpo, del poema hecho piel resquebrajada, del sonido que tortura la página en blanco, de la letra que agoniza en la despedida silenciosa del poema. Sin embargo, solo mencionamos en algunos poemas ese pesar, ese tormento, esa pena final. Lo hemos dicho, su obra está transida en plenitud por ese dolor que es muchos, por esa pena que devasta la palabra y la echa en el vacío para que el poeta la proteja regresándola a cuesta de todo. 

…..Hay libros emblemáticos de Gelman que nos permiten revisar las trágicas circunstancias de una dictadura militar y toda su incansable mutilación. Hay otros que nos permiten un recorrido por las reflexiones que suceden luego de estas trágicas circunstancias en la voz de un hombre ya cansado en años. Son los pliegues del tiempo los que nos permiten el regreso. Él es el oferente de todo este suplicio que se hace verbo. Su historia está atada a la violencia de un periodo infausto que marcó terriblemente su piel. La barbarie, la violencia salvaje de este momento dejó en sus páginas marcas profundas, henchidas de dolor puro. Su voz sobrevino de la penumbra para ser canto en lo sereno, palabra iluminada en la noche aciaga. Su último libro titulado Hoy, publicado en 2014, a muy pocos días de su muerte, es uno de esos grandes testimonios de una vida y de una obra indoblegables. Allí nos deja una prueba irrefutable de aquello que, con el paso del tiempo, un hombre vuelve soledad, lenguaje, memoria, olvido, pregunta, derrota, nacimiento y muerte, golpe funesto y abrazo límpido y ceremonial. Preserva en este libro inusitado —necesariamente— las palabras para otros. Al guardarlas en el papel, al darles título de libro permanente, nunca lejos ni distante de lo real, Hoy ha quedado en la obra de Gelman como la nueva página abierta para seguir diciendo, colmado ya de años, la victoria del poema. 

…..Después de tanta dolencia lo que queda lejos del lenguaje es vacío, pena injusta e inquieta. Gelman nos permitió con ello transparentar el significado doloroso en palabras y volverlos cantos, no solo gestos verdaderos, sino firmes sentencias para decir lo nuestro, aquello que aún es vulnerable en nuestra afrenta cotidiana con nosotros mismos, y más aún, aquello que es afrenta y lo sigue siendo en América, en la tierra donde, de alguna forma, somos también víctimas de la desmemoria. Con él volvemos a las palabras para recorrer el tiempo inamovible del recuerdo, del suplicio, de la guerra, de la honda herida que causa la muerte, de la marca obscura que queda en la piel.

 

2

En el lenguaje y en el límite del lenguaje, la poesía: una morada de la palabra, una morada del silencio, una morada del cuerpo vulnerado; es el lugar más secreto donde se protege el dolor y la palabra. El poeta hace que el dolor viaje en la palabra y se vuelva poema; se acerque tormentoso y atroz al lado del papel. Solo el papel y la memoria preservan el permanente acecho de esas penas que no se borran con el tiempo. Juan Gelman nos ha sabido decir sobre ese dolor que el cuerpo soporta, que el cuerpo arranca, que trae como marca indoblegable aquellos juicios íntimos, las sentencias, los testimonios, las reflexiones, los recuerdos… nos los dice de una forma nada común: en poesía. Nos lo dice a lo largo de una obra que guarda la inclemencia, la afrenta, el sacrificio del silencio ante una de las dictaduras más atroces de los años 70 en Latinoamérica. Si revisamos este momento histórico podemos ver alrededor de Argentina, su tierra natal, el caso de Juan María Bordaberry en Uruguay o de Pinochet en Chile… juntos con Videla, hacen de este periodo nefasto, atroz, doloroso, lleno horror impuesto, de desapariciones, un momento de zozobra y de exilios que llenaron de pena las páginas de esta época para el tiempo. «Es casi imposible hablar de la poesía de Juan Gelman sin referirse de alguna forma a su vida» (Correa, 2001), —y más aún— a su entorno, a sus circunstancias, a sus vivencias extendidas en lo político, en la sombra de la lucha armada… Y aceptamos que es así, porque en Gelman poesía y vida, palabra poética y crítica social, poema y muerte se encuentran para guardar en la memoria del papel los desmanes del tiempo y sus derrotas. 

…..En él poesía y obra se juntan constantemente para decir el poema desde la afrenta que significó escribir como camino para dejar un auténtico testimonio de estas desgracias excesivas. La memoria de las desapariciones en la argentina en los años 70 quedó ligeramente registrada en la prensa, el radio, en la televisión, pero es en otros medios donde alcanza, tan particularmente, un lugar: el periódico subversivo, en el panfleto, en la pared, en la clandestina señal y símbolo de la lucha. La obra ensayística y poética de Gelman en una digna muestra de ello. Muchas otras maneras dijeron esa agonía inclemente, pero Gelman lo dijo en poemas, en sonidos que temblaban en la palabra, en silencios que mellaron el alma de los lectores, en gritos que trastocaron la página olvidada y ennegrecida por el sacrificio del olvido.

…..Vivió en un país que tatuó hondo ese dolor infausto en la piel de sus poemas. Su amplia obra poética lo hizo merecedor de un reconocimiento muy particular en la poesía de Latinoamérica, más aún, en la poesía de la lengua castellana. Su innegable pena al haber sido silenciado, maltratado, exiliado, le permitió decir más allá de la palabra, decir en el poema lo sufrido, decir en la piel de ese poema lo confuso, la furia, el castigo que hiere más allá el frágil costado de la vida. El poeta se vuelve así un perseguidor y un perseguido: busca decir hasta lo imposible en el poema, busca callar la inclemencia en la página, tratando con ello de volcar su silencio para los otros. Quebranta así la casa del verbo, buscando saber decir y saber callar, saber olvidar, saber recordar, saber las palabras para acompañar su condena, para decir lo vivido, lo sentido, el sacrificio hondo de un cuerpo vulnerado. 

…..El poeta trae ese compromiso: saber comunicar con la palabra lo que hay más allá de la palabra; comunicar el mundo oculto, el lado sagrado, el más profundo del verbo; comunicar su silencio, su música, su aire antiguo y cercano entre nosotros. Decir su dolor, decir su piel, el sacrificio de su eterna voluntad detrás de las palabras. En Gelman todo este desasosiego se hace poesía. En su obra el cuerpo se hace palabra, se hace oración, se sacrifica para que la palabra sea en el mundo, en la página, en la memoria, en el sonido oculto de su mayor silencio. Convoca con ello al papel aciago para dejar en él al poema atado y desatado, incrédulo y capaz de sobreponerse a las inclemencias que recibe la piel. Convoca al poema para que desentrañe el martirio que dejan las cárceles, las muertes, las desapariciones. El poeta vuelve así atado en el secreto y se vacía en ese dolor que silencia al verbo en la página del libro que es la vida. Su poesía es casa, memoria, cuerpo destruido.

…..Nunca desaparece del papel la palabra que va al alma. Silenciosa regresa a su destino. Solo desaparece la letra que se desdibuja en la memoria porque su eco señala la derrota. Solo se desprende de toda falsedad la sílaba que canta en lo más íntimo, porque ya ha encontrado otro lugar menos aciago. Solo atraviesa lo distante y se hace voz en el silencio de una poesía escrita con otras tintas, con otros aromas, otros dolores. Lo que queda se protege en el sonido cauteloso de la poesía que viaja aún en lo discreto: poesía hecha de retazos extraviados que se juntan para desentrañar lo perdurable.

…..Esto es lo que dice la piel en el poema de Juan Gelman. La piel que ha sido ultrajada, silenciada, herida. La piel que no encuentra lugar ni acomodo. El poeta es el incansable perseguidor de esta antigua promesa, esa que lo lleva permanentemente a buscar y encontrar la palabra que trascienda más allá de los límites del cuerpo y se haga símbolo perdurable para los otros, para el tiempo y el recuerdo. Su obra registra en muchos de sus libros esa imperiosa y verdadera necesidad.

…..Lo hemos dicho: su obra está marcada por esa urgencia, desde la aparición de Violín y otras cuestiones, 1956, y en el recorrido que tenemos de su obra poética con la aparición de El juego en que andamos, 1959. Velorio del solo, 1961. Gotán, 1962. Cólera buey, 1964. Traducciones III. Los poemas de Sydney West, 1969. Fábulas, 1971. Relaciones, 1973. Hechos y relaciones, 1980. Si dulcemente, 1980. Citas y Comentarios, 1982. Hacia el Sur, 1982. Com/posiciones, 1986. Interrupciones I, 1986. Interrupciones II, 1988. Anunciaciones, 1988. Carta a mi madre, 1989. Salarios del impío, 1993. Dibaxu, 1994. Incompletamente, 1997. Valer la pena, 2001. País que fue será, 2004. Mundar, 2007. De atrásalante en su porfía, 2009. Bajo la lluvia ajena, 2009. El emperrado corazón amora, 2011, hasta Hoy, 2014, sin duda hemos registrado uno de los testimonios poéticos más desoladores e íntimos de la poesía en Gelman. Su obra viaja de lo anunciado en sus primeros libros para hacerse así poética y camino en ese incansable andar por la palabra que denuncia, que dicta la sentencia, que se asola y así misma encuentra casa en el silencio de un hombre que trasegó la pena de ese exilio, el dolor de la condena, el despojo de su familia, la muerte de su hijo en manos de la nefasta dictadura. 

…..Desde sus primeras incursiones en la poesía se hace partícipe de un grupo muy singular. Es la época de los cambios más significativos para Occidente:

 

El Pan Duro tiene su apogeo en una época políticamente convulsa: son los años del Mayo Francés, Tlatelolco, Viet Nam, Argelia, la Revolución cubana y la intervención norteamericana en Santo Domingo. Aunque la preocupación política de los miembros de El Pan Duro fue bastante heterogénea, es evidente que tuvieron entre sí muchos rasgos comunes: el rescate de los temas citadinos, el ritmo o cadencia tanguera, el uso prioritario de un lenguaje coloquial en poesía, el entronque de lo estético con lo político. En general podemos decir que la juventud de los años 60 se propuso conquistar un humanismo sin ataduras, sin prejuicios viciados, y en el intento dejaron una visible huella en la historia de Occidente. Juan Gelman formó parte de esa juventud inconforme y soñadora. Fue sin duda un joven de su tiempo, vibrando al centro de sus circunstancias… (CORREA, 2001).

 

…..Son esos años los que le permite al poeta entonces pensar que no solo le quedaba la palabra cuando el cuerpo se quebraba, se hundía o se vulneraba. Los años 60 en Latinoamérica se vuelve para siempre en él afrenta inamovible. Lo que comenzó por ser un espíritu de época se vuelve luego impuso íntimo por el dolor que le traen las distintas penurias que lo acontecen.

…..Y nos seguimos preguntando por aquello que va más allá del cuerpo o que, saliendo de él, regresa hecho palabra, sonido, símbolo acaso de otro encuentro, de otro aliento, y que dejaba de ser cuerpo, de tener espacio en él y se vaciaba de todo hasta hundirse en el silencio. Todo nos lo dice la obra respecto a estas señales íntimas, y, además, es su obra la que nos permite descubrir los rastros, las señales, los gestos de las palabras que dicen ese tiempo y la impronta de su pensamiento y de sus acciones. 

…..Nuestras preguntas se dispersan, regresan eclosionando el instante y volvemos con ella a interrogar al poeta. Necesitamos ir al espacio íntimo, navegar en la página secreta, volvernos en la palabra que se desdibuja para preguntarnos de otra manera e interrogar al poema de otra forma, queriendo descubrir aquello que duerme en él allá adentro, en la esfera cotidiana de lo momentáneo. Aquello que despierta y regresa a la página de su testamento poético. Sabemos que el tiempo ha hecho mella en el destino de la palabra negándole muchas veces su auténtica sonoridad. Sabemos que en el ámbito de la poesía podremos encontrar escondido el significado puro que aviva más allá del cuerpo, más acá del recinto íntimo que cobija el sonido del verbo. Cuando se trata de volver a un lugar recóndito, poco explorado, poco dicho, entonces el poema se sacude y vuelve al lugar de lo prometido. La antigua y forzada nostalgia de los que no encuentran en la palabra su espejo para decir la otra vida, regresan al poema desasistidos, vulnerados, incautos. El regreso de Ulises a la casa de sus herencias es la viva metáfora del camino que emprende en el recuerdo un poeta como Gelman. Gelman regresa a la casa que protege lo ofrecido para el destino, a la casa que preserva para el recuerdo, la memoria, la honda herida o la lejana ausencia. Casa que se vuelve en Gelman un lugar para el poema, uno más íntimo aún que el silencio. Ese espíritu se ve reflejado en todo un grupo de poetas que dejaron atada a su poesía la más firme y valerosa identidad, así nos lo dice Achuar en este testimonio:

 

(…) la nueva poesía reclamaba un presente inédito. Gelman, pero también Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Antonio Cisneros, Benedetti, Fernández Retamar y otros muchos, comenzaban a apostar a una lírica de lo cotidiano, de lo histórico, y, sobre todo, de lo social. (…) Apuesta que disputaba la hegemonía nerudiana de una lírica exuberante y rechazaba en Canto general y en Odas elementales lo que la retórica debía a su dicción anteriorApuesta que rechazaba la poesía social de los treinta y de los cuarenta en lo que de explícito o de cartilla tenían; apuesta que encumbraba tanto al Vallejo de Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz como al de Trilce. Apuesta que se regodeaba con el Altazor de Huidobro pero buscaba atmósferas y espacios poéticos que hicieran bien común los nuevos territorios que la vanguardia había ganado con excelencia mediante la dificultad. (ACHUAR, 1995)

 

…..Esos nuevos territorios serán el lugar necesario para la obra de Gelman. El desgarramiento no debía ocultarse. Tampoco el exilio. Todo dolor tenía que regresar intacto al papel, a la palabra para que ella pudiera decir la sangre de esa pena, el adentro de esa furia, de pasiones que doblegaban el alma, la piel, el silencio vulnerado.

 

3

Es el fulgor el que atraviesa la obra de estos poetas. El fulgor se vuelve silencio antes que palabra. Para Gelman, quizás para muchos como él en Latinoamérica, su trabajo no permite que se vulnere la intimidad con otras sentencias. Siempre supo que en el dominio del papel el poema se esconde, se sacude, regresa a su lugar primigenio: el eco escondido en la memoria de un don silenciado, acallado, transgredido. 

…..Y nosotros nos preguntamos ante tal transparencia: Qué silencia la palabra cuando ella dice con otras formas. Qué canta el poema cuando abraza lo íntimo, cuando trasciende las convenciones, cuando se deja ir más allá de la aventura sonora del decir, del cantar, del callar. El poema ha sabido protegerse con las corazas que el tiempo impone. La poesía latinoamericana ha dictado siempre otras formas de regresar a la batalla silenciosa de decir la piel, el dolor, la pena, el sacrificio del silencio impuesto, de sacudirla, de volverla poema, permitiendo que algunos poetas desentrañen el espacio íntimo para volverlo poética de escritura. 

…..Juan Gelman yace así al borde de estas enormes paradojas que atraviesan la ausencia, el dolor nefasto y la soledad inquietante de la pena de un exilio. Su cuerpo se hizo lugar para el reposo de una obra. Su grito se volvió relámpago de soledad, furia de acordes rotos que se vuelven incansables al papel y se buscan y se encuentran bajo la tinta oscura de la palabra silenciada, bajo el sonido etéreo que circula en la página lejana. 

 

 

2. La soledad extrema del exilio

 me detendré/quieto

en tu lluvia de sueño/

lejos en el pensar/

sin temor/sin olvido/

Juan Gelman

1

Su voz. Su silencio. Su dolor. La alegría solapada. El amor. El exilio. Los amigos que ya no están. La memoria de sus compañeros torturados, desaparecidos. Su hijo. El vacío hondo en el alma. La penuria. El trago amargo. El corazón destruido por su desaparición. Los años de lucha. Los años de confrontación. Las palabras para crear. Las palabras de otros para destruir. Los fusiles de la impiedad. Las balas que la soledad y la lejanía hundían más y más en la piel reseca del dolor. En la piel cuarteada por la inclemencia del dolor. Son muchas las ciudades que le acompañaron. Pero, dónde está el poeta, dónde se ha refugiado el poeta. Desde dónde canta con la palabra escondida, protegida, negada. Desde dónde grita en silencio. Desde qué rincón del mundo pronuncia con la piel desgarrada, con los ojos heridos, con la nostalgia acechando la página secreta. Desde dónde va sucumbiendo ante el silencio impuesto. Dónde vive el poeta. Dónde reposa. Dónde sueña. Qué agua pura puede darle vida. Qué escribe el poeta. Cuál es la piel de su poesía, la carne de su poema. 

…..El poeta ha pasado por todas estas páginas dejando marcas de tinta profunda para sí mismo, marcas que aprendemos a reconocer con el tiempo y, que quizás con ese mismo empeño, podremos recorrer y recordar algún día. En Gelman vemos el paso agónico de un período trágico para la Argentina; el poeta lo guardó en poesía, y lo fue recogiendo así para protegerlo, para recordarlo: nada puede pasar al olvido, nada puede ocultarse de la memoria. Y basta con abrir esos «olvidos» que muchos creen, para encontrarnos con la vida y la obra, con las palabras y las marcas que esas palabras traen todavía. Hay muchos episodios de vida en un poeta. Uno como Juan Gelman está marcado por esas palabras que abren, cada una, un recuerdo de tiempo. Aquí quiero regresas a algunas de esas palabras para encontrarnos con el poeta, con la piel y el dolor del poeta, con su mágica poesía y con el sufrimiento guardado en ella, protegido, sublimado, encendido… y que ahora y quizás siempre tendremos al abrir las páginas de sus libros y la época donde lo hizo terredad en la tinta.

 

2

me detendré/quieto

en tu lluvia de sueño/

lejos en el pensar/

sin temor/sin olvido/

Juan Gelman


Mircea Eliade nos recuerda que «…solo después de haber perdido el Paraíso empieza el hombre a convertirse en sí mismo». (SOLANES, 2016, p .27) Esta sentencia nos ha llevado a pensar en la necesidad de comprender el destierro, el exilio, el insilio, como una condición siempre impuesta desde afuera. Bien por una fuerza ajena a la voluntad, bien por una fuerza íntima que conduce a lo que Sartre denominó la «verdadera libertad» cuando escribió la famosa sentencia «estoy condenado a ser libre». Libertad y dominio de la libertad. Soledad, destierro, partida, soledad… La condición de despatriado viene, maravillosamente, desde la antigüedad cargada de simbolismo. El dolor que Ulises conoció en la entera vastedad de sus misterios lo hizo uno de los personajes literarios que por antonomasia nos hacen pensar en el trágico estado de exiliado.

…..El exiliado va por un camino largo y lento: bien hacia la tarea impostergable de huir, bien hacia la tarea infinita de regresar. El camino hacia el exilio nos lleva en ambos casos hacia el olvido, pero es un olvido que no desmemoria. El olvido que somos, el que no queremos volver a ser, el que no intentamos sino postergar por lo que significa y traduce para el cuerpo y el lenguaje. No hay mayor tragedia para el poeta que esta: verse en otro lugar donde aún no hay palabra cercana. Verse en otro lugar donde la palabra que lo acompaña, también lo hiere. Y si la palabra emprende el combate último, entonces es la poesía la que se vuelve casa para el poema, lugar para el silencio, página secreta para ese olvido impuesto, triste y muchas veces desventurado, refugio necesario para las otras palabras que el poeta necesita. Aunque si volvemos al mítico Ulises, la desventura es la mayor fortaleza para hacerle cada vez más consciente de su exilio. 

…..Cuando el poeta intenta huir de la palabra, entonces ella se hace piel, se mete dentro como si estuviera ante una condena impuesta por los dioses. El destino no trae otras formas. No hay olvidos permanentes. La marca del destino se entierra en la piel de la vida. Hemos querido leer esa condena, mostrar esas marcas en un poeta profundamente latinoamericano, uno que nos ha permitido no olvidar el dolor, la huida, el sacrificio, el descenso como destino hacia la muerte: el mito de ese descenso que una vez emprendió Orfeo y que en Gelman despierta un nuevo andar a ciegas por entre las páginas, por entre las otras fronteras, por entre las otras palabras y sus silencios. Muchos otros poetas en Latinoamérica sufrieron la pena de ser forzados a huir para salvaguardar la vida; otros a huir íntimamente para respirar otro aire y dejar en palabra la obra necesaria. Latinoamérica sufrió estos embates no solo en la piel de los poetas. Tenemos una enorme historia de injusticias que vivieron los escritores en momentos tan complejos y dolorosos. Muchos escritores se enfrentaron con las dictaduras a lo largo de todos estos territorios del continente. No ha sido nunca nada ajeno ni distinto que en otros lugares. En otros horizontes también vemos admitida esa derrota. En otras lenguas. En otras tierras no lejanas. La nefasta presencia de la guerra en Europa hizo de ella una tierra para la sangre, el lamento, la muerte silenciada… Celan nos recordaría siempre esa calamidad que aún podemos respirar en sus poemas. En Latinoamérica sufrieron esos desmanes con desgarrado dolor y amargura como sacrificio del exilio impuesto, escritores como: Gelman, Benedetti, Neruda, Cortázar, Roa Bastos, Barreiro, Donoso, Edwars, Arenas, Dalton, Onetti, Paz, Cadenas, Cabrera Infante, Sarduy, Puig, Saer, Soriano, Luis Spulveda, Bryce Echenique… La lista es sin duda monumental. Pudiera ser aún más larga y minuciosa en esta página. Si sumamos lo ocurrido en Brasil, por ejemplo, la lista no terminaría. Apenas conocemos de algunos escritores que tuvieron que dejar los países para evitar la cárcel, la tortura, las desapariciones, la muerte. Otros pasaron al olvido innegablemente. Reparar dicho olvido es tarea de nuestro oficio.

…..El exilio fue de muchas formas llevado a la palabra, a la poesía, al ensayo, a la narrativa de este momento en nuestro continente. Muchos no salieron de sus países cuando se impusieron los crímenes de estas atroces dictaduras; al contrario, se quedaron, pero sufrieron sin lugar a dudas sus propios exilios. Unos más íntimos, más secretos, más silenciosos: veamos por ejemplo el caso de Mujica Láinez, de Ernesto Sábato o Piglia, en distintos tiempos, claro está, en la Argentina; el de Barba Jacob o Gómez Jattin en Colombia; el de Alejandra Pizarnik o Olga Orozco en Argentina; el Blanca Varela o Sologuren en Perú… por solo mencionar algunos nombres emblemáticos. 

…..Muchos ensayistas en Latinoamérica se han detenido sobre todo a comprender los exilios más que a los insilios. Nosotros vemos vital acercarnos a esta posibilidad de ver en las obras poéticas, muy particularmente, esas penas que causa el abandono, la huida, el tormento de no saberse presente en un lugar, ni identificado con ese lugar y sus circunstancias. La obra queda marcada por estas señales. Por ello en Gelman vemos admitida esa doble posibilidad para comprender su tarea poética.

…..Ante estas visiones del exilio estamos frente a dos mundos cuarteados por la amargura y la desolación. La búsqueda por comprender esas derrotas ha quedado evidenciada en muchas obras para nuestra cultura Latinoamérica, incluso en el arte tenemos enormes propuestas como la de Xul Solar en Argentina. Un arte simbólico, desgarrador, expresión de la modernidad: desnudo, diáfano, crítico. En los poetas esa comprensión epocal y el sufrimiento padecido se hacen lenguaje, dejando el arrinconamiento y trascendiendo la página con otra tinta, con otro drama. Muchos de los poetas que van transidos de muerte y abandono sobrepasan la página y el olvido; veamos como ejemplo la obra de Roque Dalton en El Salvador: una obra que nunca se pudo callar ante el agravio permanente sufrido por un pueblo que aún guarda en sus huellas las palabras del poeta. 

…..Son esos los dos lugares, los dos destinos que nos han permitido hablar sobre el exilio. La vida de los poetas está sellada por la infausta condena de ese dolor; dolor que le permite traer un canto agónico, o le permite mostrar los mundos desconcertantes que se hacen palabra y sonido doloroso en la memoria. Los poemas se vuelven así señales profundas de la pena aciaga que a veces da la vida. 

…..Un poeta así baja al Hades, busca el camino hacia la muerte. Quiere ascender, no como impostura contra ese destino sellado en la piel y en el alma, sino como afrenta contra sí mismos. El poeta sigue descendiendo como Orfeo tras el amor íntimo de su palabra, de su canto. Va a otros mundos, a otros más funestos, pero nada se lo impide, nadie los detiene. Un poeta quiere traer vida de la oscuridad que le corresponde como condena. Su viaje es ya el exilio. Su exilio: una afrenta contra los dioses. 

…..El destino del hombre está marcado. Muere la palabra que no viaja por el Aqueronte con los ojos cerrados. Se envenena. Queda sola en el vacío. El poeta atraviesa ese destino con el canto secreto de su poesía como arma perdurable para ese otro lugar de su poema, ese que va más allá de las palabras. Así, mito y poesía, Poesía y fuego secreto de otros dioses se hacen símbolos funestos que el poeta debe cargar como ofrenda ante el silencio y la palabra. Y es justamente ese secreto de dioses el que se ampara en los símbolos más recónditos que el poeta busca para salir mirando el sol herido. El mito como el poema viene de todos los tiempos. Se escribe cada vez. Se escribe bajo el impulso y el designio de cada época. El poeta trae los símbolos y los aviva y los protege y los reescribe dándole otra vez la misma música profunda y poderosa del origen. Así hace que el dolor que causa el exilio se quede atado en el papel y salga en humo silencioso a través de las palabras.

…..Nada hay ajeno en el destino de los hombres que lo lleve a otros lugares para contemplarse a sí mismo ante la furia y el espacio funesto de la partida. Es el poeta el más cercano a esa posibilidad de encontrar significado a este dolor y traerlo para otros. La condición misma de la soledad y la penuria —nos dice Rafael Cadenas— es esa misma condición que atraviesa el hombre ante los dioses y la que nos lleva a pensar que:

 

el ser humano sufriente, incapaz de vivir con plenitud, incapaz de lanzar por la borda los problemas autocreados, incapaz de ponerle fin al dolor; el ser humano víctima de su propia psique, de sus opiniones, sus ideas, sus prejuicios; el ser humano ahogado por su miedo… proyectando su angustia en todo lo que hace, creando división, sufrimiento, agonía; el ser humano atenazado por sus propios productos: odio, afán de notoriedad, deseo de poder, todo para no verse y para sentirse y para compensar su poca importancia en el cuadro de las cosas… (CADENAS, 2009, p. 488). 

 

…..El poeta es consciente del desastre que se ha creado en la vida de todos. Más aún, es consciente de que se sigue creando muy a pesar de los tiempos, pero se haya imposibilitado para detener esa pena, solo la refleja, la escribe, la canta, la dicta… Quizás él en toda su aciaga condición de vida pueda refugiarse en otro lugar lejano al de su destino, aunque lleve impuesta la tarea de decirlo, de escribirlo, de enseñarlo a otros desde su íntima condición. 

…..Para el poeta sus exilios no son sino parte de un trasiego mítico y desolador vivido bajo la mayor de las condenas: la muerte. En esa afrenta queda el silencio. Queda la palabra, el sonido de la palabra, la pena que se transforma en el papel en una condena. 

…..Para un poeta su lugar en el exilio es la escritura. Su patria el sonido de esa escritura, el símbolo sagrado que lo comunica y lo hace entrar en diálogo con la tradición y el tiempo. El poeta busca refugio en la tradición porque allí puede escuchar las voces de sus íntimas moradas y en ellas escuchar su propia voz. Busca tierra en el papel. Casa en el poema. Patria en el sonido de su lengua. La poesía se hace así hogar de la palabra, escondite provisorio de las sílabas olvidadas del gran poema. 

…..El poeta tiene esa consciencia de la extrañeza, del desarraigo, de la distancia, del sentirse y saberse extranjero, en tierra propia y ajena. No es el único capaz de tal tarea. El exiliado busca la reconciliación. La tierra que le pertenece, el lugar que lo cobija más allá de lo físico. La palabra que lo protege está en el desamparo cuando tiene que marcharse fuera de su mundo. Así comienza el diálogo con lo olvidado para volverlo presente. El poeta regresa a su cuerpo, a su sangre, a su recuerdo. Regresa para dejar el desamparo del mundo, pero regresa a otro desamparo mayor, el del alma. El poeta encuentra casa en la palabra, en el secreto del sonido de cada palabra encuentra lugar y acomodo: tierra para el reposo. Asilo para el camino de regreso.

…..El poeta es uno de los pocos que no mutila o trivializa el sentido fundamental de lo que significa el exilio, la libertad, el dolor de ser hombre, de poder decir, de habitar la casa del verbo.

 

3

«El exiliado está obligado a renacer, a reinventarse a sí mismo. Debe superar el dolor por las personas que ha dejado atrás. Debe hacerse a la idea de que lo que conocía desaparece de su vista…». Estas palabras de presentación al singular libro de Marc Ripol, Las rutas del exilio, (2007) han quedado marcadas en mi memoria. La memoria quizás sea la única que nos permita regresar al lugar que siempre guardamos como un tesoro, o regresar a las palabras, o a las imágenes, o a los recuerdos. Siempre vamos hacia un exilio permanente. Muchas veces no es físico, pero atormenta su trasegar. 

…..El exilio no es nunca un estado satisfecho, plácido o seguro del ser. El exilio es la vida socavada de su orden habitual. El exiliado deplora las patrias. Rehúye escisiones. Se encamina hacia el instante. (CADENAS, 1960, p. 62). Estas palabras vienen de ahí, de la experiencia de saberse en otro lugar por fuerza. El poeta descubre la palabra para desdecir la pena del desarraigo; el desprecio de los otros se hace también palabra en la palabra del poeta.

…..Quien escribe, de alguna y muchas maneras, escribe por urgencia. La literatura se vuelve así refugio. Pero el cuerpo también se vuelve refugio de la literatura. La palabra alberga la letra, la cobija, la protege, la hospeda para siempre, aunque la deje ir en apariencia. La escritura pasa a ser un canal para la huida. Quien se marcha se lleva todo a cuestas. El silencio se vuelve camino. El dolor y la angustia son parte del bastimento para el trasiego.

…..La idea de exilio nos deja también marcadas otras palabras: extrañamiento, pérdida, abandono, huida. Quizás el siglo XX ha sido el siglo de los grandes exilios, ocasionados sin duda por las guerras cruentas y sanguinarias. Eso no nos hace olvidar que en la antigüedad no hubo esas grandes migraciones impuestas, y que la tradición cristiana es un ejemplo de ello, porque tiene como lugar de reflexión justamente la historia de grandes exilios, de pueblos que combatieron la opresión de pueblos contrarios a Dios y salieron en busca de tierra, de lugar, de casa: esa herencia dada por Dios y quitada por los hombres, arrebata, necesaria ahora para continuar, devuelta a través del mandato divino. O esa otra empresa nefasta que nos hace recordar la sangre de nuestros pueblos ancestrales, masacrados por una ambición deplorable para nuestro tiempo. Pueblos aún en agonía por esas marcas que atormentan nuestro silencio. Quizás esas marcas no las vemos muy a menudo porque se han invisibilizado y se siguen negando. Nuestra literatura latinoamericana silenció por muchos años esas voces. Hoy apenas las reconocemos. Siempre hay un deseo de comienzo que regresa y se extravía.

…..El exilio también es íntimo, —no perdamos de vista esta idea ya comentada— y en esa intimidad que se hace por voluntad y por imposición actúan fuerzas externas que combaten con las íntimas, y que son capaces de destruir el lugar provisorio de la vida. 

…..De ese drama estamos conscientes y vivimos bajo el acecho de su presencia. Quizás en este momento no somos ajenos, ningún pueblo está lejos de este portentoso flagelo. Hay quienes se hacen dueños de la tierra de otros, del sueño de otros, de las palabras de otros, de las pasiones de otros. Hay quienes despojan a los demás de la tierra, del alma y los hacen ir al abandono, expulsándolos, abandonándolos.

…..El exilio no es ni estética ni humanísticamente comprensible —nos dice Edward Said (2011)— como máximo, la literatura sobre el exilio objetiva una angustia y unos apuros que la mayoría de la gente rara vez experimenta de primera mano.

…..Pensar en el exilio —nos sigue escribiendo Said— es algo beneficioso para las humanidades que informa esta literatura, pero se corre el riesgo de trivializar sus mutilaciones. Las miradas del exilio en la literatura ocultan lo verdaderamente horrendo. Esa sensación de extrañamiento es la que nos confiere la comprensión de la dignidad guardada en exilio. El exiliado pasa de ethos particular a uno colectivo, donde comienzan a conjugarse las ideas de nacionalismo extraterritorial, pureza de razas, vínculo de sangre. Surge así otro lugar o un no lugar, según mejor lo veamos. Los que se encuentran fuera, en el territorio de la no pertenencia a un lugar comienzan a identificarse. En ese lugar hay muchos desplazados y refugiados que hacen que ese ethos individual se vuelva colectivo, y donde los nacionalismos comienzan a ocuparse de esos grupos, haciendo de ellos también partícipes de la segregación, olvidando sin duda que el exilio tiene un sentido muy marcado de experiencia solitaria.

 

 

3. El segundo oficio

La madre de Gelman siempre le recordó que de la poesía nunca viviría, pues la poesía no era un oficio. Sin embargo, su vida fue ese oficio, esa posibilidad de ver y de mostrar a través del lenguaje para que todos viéramos el alma de los barrios de Buenos Aires, de sus voces, de sus noches, de sus calles escondidas, de sus arrabales y su tango en la piel. Creyó firmemente que la influencia más importante o esencial era el afuera de la realidad cotidiana, esa realidad que podía despertar el tiempo detenido que nadie a veces sabe reconocer.

…..El 3 de mayo de 1930 nace en medio de un momento también difícil, a comienzos de siglo, para la Argentina. Sus padres traen muchas historias a esta familia de emigrados. Juntos vinieron del viejo continente. El padre perteneció al ejército zarista en Rusia, esa era su patria, y la madre provenía del pueblo ucraniano. Llegaron a Argentina en 1928 y se ubicaron en Villa Crespo, barrio porteño de inmigrantes. Allí nació Juan Gelman, en medio de esta hermandad extranjera. Sus recuerdos, en muchas oportunidades, vuelven a estos años de la infancia. La infancia es el tesoro más grande de la vida. A ella retornamos siempre. Aunque a veces persista la calamidad para muchos niños, algo de ese tiempo queda. Algo vital sin duda. 

…..De la voz de su hermano mayor escuchó a Aleksandr Pushkin. La música de Pushkin lo acompañará en sus años siguientes, será algo así como una marca. La sonoridad de la poesía en el aire de su poesía. Con Pushkin se encontró por primera vez con la poesía y con la tradición de la poesía, se encontró con el canto, el sonido puro del lenguaje, la voz secreta de la palabra, el aroma escondido del poema. En algunas entrevistas que hoy podemos seguir escuchando, vuelve esa imagen y ese recuerdo del gran poeta ruso. Su poesía tiene esa magia del canto, del decir, ese decir casi cantando, ese cantar casi leyendo el olor del instante. Sus años siguientes los pasará como empleado, camionero, vendedor de autopartes, periodista, poeta siempre, poeta a cada instante, poeta para la vida, porque el poeta vive para la poesía. Así nos lo recuerda: «…no se puede vivir sin la poesía. La poesía es una meta de vida. La voluntad del que desaparece para el otro mientras vive la palabra. La zona más exiliada del lenguaje». (GELMAN, 2014, p. 370)

…..Luego vinieron los años de las penas hondas que dejó la dictadura militar en Argentina. Sus libros son extraordinarios testimonios de estos años funestos —lo hemos remarcado anteriormente. Muchos de sus textos guardan esos momentos para recordarnos lo aciago que se vuelven algunos tiempos en toda la América de este momento. Gelman reunió varios de sus libros para dejar testimonio en ellos del dolor de estos años para su pueblo, para las familias de tantos desaparecidos, para despedir a sus amigos torturados, vilmente asesinados. Para escribirle a su hijo desaparecido. Para dejarle a todos ellos en palabras su dolor más hondo. Cortázar, quien también vivía desde antes fuera de Argentina y que en ese momento también pasó a ser un exiliado, le prologó este libro que reúne todo el dolor de sus muchos afectos. Las palabras de Cortázar son un reflejo de ese sufrimiento que azotó a los argentinos terriblemente: «Era preciso que este libro viniera a golpearme en plena cara con su amarga y a la vez límpida fuerza; era preciso que su razón de ser contuviera todo eso que desde hace años vuelve cada noche en mis pesadillas y que en la vida diaria trato de denunciar y de atacar con mis pobres recursos de escritor.» (CORTÁZAR, 2014, p. 425)

…..Era preciso sin duda que el poeta pudiera decir, que el escritor pudiera decir, que todos pudieran decir, que nadie se callara ante la agonía de tantas familias. Y el poeta dijo, y el cantante y el músico y el artista y el silenciado y el olvidado y todos los que sufrieron pudieron decir, no lejos, no nunca, no otra vez… e inclusive los que no pudieron, los muertos, los sacrificados, los silenciados también dijeron, dijeron con otras voces, con las palabras de otros, con la dolencia de otros, y todos lo dijeron para sacarse de su alma tanto dolor, y lo dijeron para poder seguir viviendo, los vivos, y para seguir muriendo, los otros, los ausentes, porque toda palabra queda atada al papel para marcarlo, para hacerlo perecedero… porque toda palabra también queda tatuada en el aire para que la sigamos escuchando, su eco sigue, llega hondo.

 

Nota VII

ya no te quiero/furia/

no te quiero más/rabia

me desolás el corazón/

me volvés ciego el corazón

y yo necesito que

la claridad me bese como

amor donde amo mi acabar

como empezar/vení tristeza/

mátame vos los muertos que

mochileo con toda el alma/

o terminalos de matar

ya que la gente sigue/como

paisaje o voz que no se calla/

gente que no termina más

(GELMAN, 1979, p. 387)

 

 

4. Tropiezos

Nos podríamos detener en muchos de sus libros. Cada uno con su sinigual marca desentraña la palabra viva que Gelman trae al despertar la página que tropezamos y que sigue siendo la página recién escrita. En la enorme y significativa fuerza de títulos, algunos trastocados por el dolor, transidos de dolor, todos marcados en el papel para no dejarlos olvidar.

…..Vamos hacia el olvido y Gelman nos pone, nos guarda, nos trae la palabra que sacrifica instantes para escribir ese dolor, la partida, la pena, la calamidad de esa pena que rompe el corazón abierto y lo vuelve pedazos y el poeta lo vuelve a reunir para seguir la vida. El sabe que ya no será la misma. El sabe que ya no son las mismas palabras, que ya no es el mismo poeta, sin embargo, escribe y protege, escribe y guarda para este tiempo. Canta desde otro lugar, el lugar que lleva adentro, el lugar desguarecido, único, doloroso, lleno de terrores, de misterios, de agonías.

…..Solo quien vive a fuerza de recuerdos puede decir de otros años; decirlos desde su temprana cercanía. Gelman empeñó la palabra para decir con la palabra lo que guardó. El tormento, ese que va quedando solo consigo. Ese que destruye para poder permitir nacer de nuevo. Ese dolor que trae hasta este rincón dividido lo que no hace desfallecer el instante. La desaparición y muerte de su hijo será unos de los momentos más difíciles y que sabe decírselo a través de un extraordinario poema, del que apenas dejo esta primera parte:

 

I

Hablarte o deshablarte/dolor mío/

manera de tenerte/destenerte/

pasión que munda su castigo como

hijo que vuela por quietudes/por

arrobamientos/voces/sequedades/

levantamientos de la ser/paredes

donde tu rostro suave de pavor

estalla de furor/a dioses/alma

que me penás el mientras/la dulcísima

recordación donde se aplaca el siendo/

la todo/la trabajo/alma de mí/

hijito que el otoño desprendió

de sus puñales de conciencia como

dando gritos de vos/hijo o temblor/

como trato con nadie sino estar

solo de vos/cieguísimo/vendido

a tu soledadera donde nunca

me cansaría de desesperarte/

aire hermoso/agüitas de tu mirar/

campos de tu escondida musicanta

(GELMAN, 2014, p. 407)

 

5. El regreso

En el año 88 regresa a la Argentina, a su tierra de recuerdos. Gelman sigue cantando y leyendo para nosotros cada vez que lo escuchamos con Jorge Cedrón. Juan Gelman es un poeta que sigue aún intacto en sus páginas, y canta para nosotros y nos recuerda su dolor, su palabra fraterna, esa que llegó al sepulcro de sus entrañables amigos desaparecidos a cantarles también al oído, para abrazarlos con la hermandad del uno igual.

…..En estos días de acercamiento a la obra de Gelman he escuchado sus recitales bajo la magia del bandoneón del maestro Rodolfo Mederos, donde el aire de cada uno se vuelve poema. El poeta tiene la posibilidad de que la palabra salga del papel y se vuelva palabra pura en el aire silencioso de la poesía, pero también tiene la potestad de ennegrecer el destino de la palabra hasta hacerla llegar al inminente olvido o la muerte. Cada poeta tiene ese don. El don criptográfico que le da a su creación. El verdadero misterio de la poesía se da cuando uno encuentra en su infancia a la palabra. Uno no sabe lo que es la palabra en esos años iniciales. Sus oscuras formas toman la fuerza de cada instante que ha vivido hasta entonces atrapado en el silencio y la lejanía.

…..No sabemos decir y, sin embargo, todo esfuerzo está contenido en la necesidad de decir. No sabemos nada de la palabra y nos volcamos incansablemente en el afán de poner palabras para con ellas atrapar algo del misterio que nos muestra la vida. Esa tarea es la tarea del poeta. La vida toda es esa búsqueda. Su andar se va encontrando con lo que la palabra le muestra cada vez. No sabemos decir, pero evocamos un decir que creemos cercano.

 

  1.  Para este texto hemos seleccionado como libros de referencia de la obra de Juan Gelman la Poesía reunida, Volumen I y II, publicada por el Fondo de Cultura Económica, 2014. Los poemas han sido extraídos de estos volúmenes.

 

Referencias

Directa:

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CADENAS, Rafael. (2001). Los cuadernos del destierro. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.

_____. (2009). Obra entera. México: Fondo de Cultura Económica.

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CORREA, Miguel. (2001). Consultado en: www. Miguel Correa’s Literary Page: http://hometown.aol.com/correamcorrea/index.html

CORTÁZAR, Julio. (1980). «Contra las telarañas de la costumbre». Presentación al libro Si dulcemente de Juan Gelman publicado en Poesía reunida, Volumen I y II, publicada por el Fondo de Cultura Económica, 2014.

DALMARONI, Miguel. (1993). Juan Gelman. Buenos Aires: Almagesto.

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JIMÉNEZ, José Olivio. (1995). Ed. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea. Madrid: Alianza.

MONTANARO, Pablo (2006). Juan Gelman, esperanza, utopía y resistencia. Buenos Aires.

RIPOL, Marc. (2007). Las rutas del exilio. España: Alenamedia.

SOLANES, Josep. (2016). En tierra ajena. Exilio y literatura desde la «Odisea» hasta «Moloy». España: Acantilado.

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José Gregorio Vásquez C. (Venezuela, 1973). Profesor del Departamento de Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Escuela de Letras, Integrante de la Red Internacional de Investigadores de la Literatura Comparada (RIILC) adscrita al Instituto de Investigaciones Literarias «Gonzalo Picón Febres» de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Dentro de su obra poética se destaca Mínimo esplendor (2016) y Decir un día (2018). Así mismo una serie de artículos en algunas revistas de literatura y de estudios históricos como Contexto, Cifra Nueva, Humania del Sur y en distintos portales electrónicos como Vallejo&co. Además, ha sido compilador de la obra ensayística de J. M. Briceño Guerrero, uno de los pensadores más singulares sobre la realidad de América, bajo los títulos: Mi casa de los dioses y El alma común de las Américas. Actualmente se desempeña como Director de la Escuela de Letras de esta casa de estudios.

La composición que ilustra este paisaje de Abisinia fue realizada a partir de la obra Paysage de niege a Chatéu,
del pintor, ilustrador y escenógrafo francés © André Derain

 

año 4 ǀ núm. 19 ǀ enero – febrero – marzo  2024
Etiquetas: , , , , , , , , , , , Last modified: abril 7, 2024

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